Ciudad de México.-
Hoy, a sus 50 años, trabaja como maestro de una preparatoria particular de la Ciudad de México y vive en un departamento en el que la dueña no le permite recibir visitas.
Nieto de uno de los padres de la independencia de Camerún, Ruben Um Nyobe, se autodefine como un Príncipe con sangre revolucionaria.
Huyó a la Ciudad de México en 2011, después de enterarse de que su nombre era el primero en la "lista negra" del gobierno, cuya prioridad era matarlo.
De 2 metros de altura y piel color cobre, sobresale entre la gente a pesar de cruzar la calle como cualquier otro mexicano: corriendo cuando tiene el alto. Hace fila para entrar a los restaurantes -cosa inimaginable en su país-, y comprendió ya que en México sólo se puede casar con una mujer a la vez, a diferencia de las 50 permitidas en su país natal.
"Mi vida es más que un libro de historia. He tenido una vida demasiado complicada", comenta en un español con un fuerte acento francés.
Para él, todo comenzó con su abuelo materno, fundador del primer partido de su país, la Unión de la Gente de Camerún (UPC, por sus siglas en francés), y figura clave en la independencia de la nación africana. Fue asesinado en 1958 por fuerzas francesas.
"Toda la vida de mi familia es de lucha por la humanidad, por el respeto del derecho humano, de la mujer, de la cultura, de los niños y de todos. Es por eso que yo estoy afuera; yo no soy como otra gente, que viene porque quiere viajar a otras partes del mundo, o porque se salió de su país porque no hay trabajo. Yo estoy afuera por mis opiniones políticas", remarca.
Desde joven supo de marchas y represión. Participó en su primera manifestación a los 14 años, que llevó a que lo expulsaran del liceo donde estudiaba. En la universidad organizó una "pequeña revolución", que acabó en tres muertes, arrestos y la quema de su cuarto universitario. Ya como secretario general de su partido político, encabezó una marcha que tuvo un saldo de 300 muertos y 3 mil detenidos.
En su país existen 300 partidos políticos legalmente registrados, pero sólo 5 representan una verdadera oposición al Gobierno del Presidente Paul Biya, con 30 años en el poder.
Como sucesor de su abuelo, quedó en él la responsabilidad de continuar con el legado del UPC. Sin embargo, a principio del nuevo milenio comenzó a notar infiltraciones y divisiones internas, por lo que tomó la decisión de acabar con el partido del abuelo Um Nyobe y crear uno nuevo en 2004.
Tomó un año para que el gobierno autorizara el Partie Nouveau Cameroun, y sólo tras la intervención de la Fundación Jimmy Carter, que demandó al Presidente Biya hacer valer el derecho de Bingna a formar un partido político.
Pronto la nueva fuerza comenzó a cobrar importancia, gracias a la unión de partidos de oposición y sus llamados a emprender una revolución. Y empezó a hacerse de enemigos poderosos.
Cierta noche, a Bingna le llegó una llamada que definiría su futuro.
"Mi hermana me llamó para decirme: 'Louis, Louis, el Embajador de Francia es mi amigo, me dice que tu nombre es el primero en la lista de gente que el gobierno tomó la decisión de matar. ¡Por favor, yo no quiero que tú mueras, sal de Camerún con todos tus amigos!'", relata.
"Esa misma noche me reuní con la dirigencia de mi partido y tomamos la decisión de pedir asilo. Pedimos asilo en Estados Unidos, en Francia y en Inglaterra".
Aunque Estados Unidos aceptó su solicitud, su madre lo previno sobre el riesgo de trasladarse a un país que mantiene relaciones diplomáticas con Camerún y en donde podría ser asesinado.
Su hermana lo puso entonces en contacto con una amiga empresaria de Durango, quien se encargó de arreglar su viaje. Bingna obtuvo una visa para viajar a México.
"Perdí todo. Todo lo que tengo lo perdí, como canta Vicente Fernández", señala, luego de lamentar que sólo puede contactar por correo electrónico a los familiares y amigos que dejó en su país.
Vivió escondido en Durango por tres semanas, en la casa de su amiga, hasta que decidió acudir a "donde las cosas ocurren": la Ciudad de México.
Un País rico
Llegó sin saber adónde ir o con quién hablar. Su primera misión fue encontrar alguien de piel negra como la suya, o coincidir con un francoparlante.
Agarró sus maletas y se puso a caminar sin rumbo, hasta que en la noche encontró un lugar con una palabra conocida: hotel. La mañana siguiente, una mujer que iba pasando lo saludó en francés, oportunidad que él aprovechó para contarle su historia. Aunque ella no podía ayudarlo, coincidentemente tenía un amigo africano refugiado que lo orientó.
Así fue como llegó hasta la asociación civil Sin Fronteras, encargada de proteger a migrantes y solicitantes de asilo; de ahí lo canalizaron a la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados (COMAR), donde investigaron su historia para evaluar sus opciones de asilo. En tres semanas, Jean Louis se convirtió en un refugiado político.
A un año de su llegada, afirma que en Latinoamérica comenzará la nueva revolución, aquella que renovará al mundo.
"Cuando llegué aquí, un amigo dijo que llegué a un país demasiado pobre, pero no fue la verdad. Me encontré un país demasiado rico, porque la riqueza no es dinero, la riqueza es la cultura", asegura.
Incluso cuando habla de la discriminación que sufre aquí, lo describe como un síntoma propio de la humanidad, no del mexicano.
En la Ciudad, mientras va en el metro o la calle, desconocidos lo pellizcan en los brazos, curiosos por su piel negra. En los bancos no lo atienden porque sólo cuenta con su forma migratoria, y en su departamento rentado la dueña no le da ninguna libertad.
"Culpen a Dios por mi color", les pide, "él tiene la culpa, no yo".
Siempre el revolucionario, creó con otros conocidos la Organización de Refugiados en México, para ayudarse entre sí a luchar contra la discriminación, y exigir su incorporación a la cultura y la economía del País. Ahora se dedica a ella, y a un proyecto de francofonía destinado a difundir la cultura mexicana.
Hacia el final del encuentro, Bingna comparte sus planes a futuro: ya que no puede regresar a Camerún, su objetivo es quedarse y hacer lo necesario por interesar a las autoridades mexicanas sobre la situación de allá, y convencerlas de intervenir a favor del pueblo camerunés.
También quiere mejorar su español, y hacer un doctorado en Ciencias Políticas en la UNAM. Tal vez así pueda hacer más por Camerún, y por la gente a la que pertenece.
Jean Louis termina la entrevista refiriéndose a Cristo, quien, dice, fue príncipe de la gente y de la tierra, no de palacios reales.
"Siempre mi vida es estar luchando, es la tarea que Dios me da, siempre luchar: luchar para proteger, luchar para ayudar; luchar para el cambio; luchar para que la gente que no tenga voz que le escuchen, la puedan escuchar; luchar para resolver los diferentes problemas de gente. Ser Príncipe es sólo un título".